Casi
todo el conocimiento humano es doxa: opinión. Incluso la
inobjetable matemática, ubicada en la cúpula del conocimiento más puro y
verdadero al que ha llegado el Hombre, tiene sus detalles. Creo que muy pocos
entenderán la convención matemática de que uno entre cero es igual a infinito
(1/0=∞).
Tengo una torta y hay dos personas para repartirla, entonces le toca media
torta a cada una. Pero si tengo una torta y no hay personas para repartirla, le
toca infinito a cada una. No es fácil de entender. Es una convención sin la que
no funcionaría el cálculo diferencial. Tal como sugirió el Nóbel Leon Lederman en referencia a la mecánica cuántica:
“no la entendemos, pero funciona”.
Comienzo así, porque para muchos sí hay policidio y para muchos no.
Igualmente con el politicidio. Me he tomado la libertad de traducir libremente
(valga la redundancia) los nuevos términos en inglés policide y politicide. El primero
significa la destrucción de la polis: la ciudad o el país
(recordemos que para los griegos la polis era su mundo, su país). El segundo es
la destrucción, por parte del ejercitador o detentor del poder, de la oposición
política. También tiene el prefijo cuya etimología nos remite a la polis griega.
Ciertamente el gobierno ha realizado una sistemática anulación de la
oposición, la cual ni siquiera ha reaccionado en defensa propia, por falta de
inspiración o de imaginación, quizás falta de metas creíbles, quizás
simplemente por falta de ganas, de motivación. A lo mejor el gobierno la ha
amordazado y anulado completamente. Quizás haya falta de actores comprometidos
realmente con una salida adecuada a la crisis política, o hay intereses
mezquinos: protagonistas que se conforman con una tajada del botín y no les
importa el resto del país; aquellos que aún no se han dado cuenta de que si a
sus vecinos les va bien, a él muy probablemente también le vaya bien. Lo cierto
es que ha ocurrido un politicidio exitoso, y la oposición ha estado en
terapia intensiva durante, al menos, dos lustros.
El policidio, mucho más grave, ha sido perpetrado por el gobierno y por
todos nosotros. Sí. El país, cual piñata, ha sido siempre saqueado
hasta la saciedad, víctima de una turbamulta que, cual vorágine,
ha destruido todo a su paso. ¿Quienes conforman esa turbamulta? Pienso que todo parece indicar
que hemos sido todos nosotros. No le podemos achacar semejante
"asesinato" solo a los gobernantes. Además, al menos desde 1824, los
gobernantes han salido del seno de la sociedad, no son alienígenas ni
extranjeros. De manera que hemos sido nosotros, aunque Usted amable lector,
piense que no ha participado en la destrucción. Participamos con el
silencio cómplice, con la inacción, con el conformismo, por culpa de nuestro
miedo, flojera, individualismo, egoísmo, por no querer mejorar, por
apatía, porque lo permiten nuestros volátiles valores morales. En cuanto al
porqué han participado los gobernantes, eso todos lo sabemos. Le invito a
reflexionar sobre ello.
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